Cecilia Bartolomé (Alicante, 1943) es una cineasta pionera y feminista. Directora, guionista y productora, se formó en los años 60 en la Escuela Oficial de Cinematografía, en Madrid. Allí realizó cine de ficción: La noche del Doctor Valdés (1964); Carmen de Carabanchel (1964); La brujita (1966); Plan Jack Cero Tres (1967); y por supuesto, su comedia musical Margarita y el lobo (1969).
Debido al carácter transgresor de este último film, fue sometida a un ostracismo total por parte de la Administración franquista. De ahí que tuvo que trabajar en publicidad hasta la muerte de Francisco Franco.
A partir de 1975, pudo retomar la dirección de cine con la roadmovie de ficción, Vámonos Bárbara (1977). Entre 1979 y 1981 se adentró en el mundo documental, codirigiendo con su hermano, José Juan, ─Después de…, 1981─, una película que describe desde abajo y en directo la Transición política española.
En 1996 realizó la película de ficción Lejos de África, inspirada, sin lugar a dudas, en sus vivencias de infancia y adolescencia en la colonia española que fue Guinea Ecuatorial. Más adelante, trabajó para televisión, dirigiendo el capítulo «Especial Carrero Blanco» para la serie de televisión Cuéntame cómo pasó.
Cecilia Bartolomé realizó en 1996 ‘Lejos de África’, inspirada en sus vivencias de infancia y adolescencia en Guinea Ecuatorial
En todas sus obras se refleja la preocupación por mostrar la vida cotidiana de las mujeres y las limitaciones a las que se enfrentan, así como denunciar los resabios machistas no solo de los sectores conservadores sino también de muchos que se consideran progresistas. Todo en un tono cómico que no resta un ápice de profundidad a los sujetos tratados.
A pesar de un camino no exento de trabas y dificultades con la censura y la Administración, su labor ha sido reconocida con premios como el Mujeres de Cine del Festival de Gijón (2012), la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de España (2014), el premio especial de la Academia Valenciana del Audiovisual (2018) y el Premio Feroz de Honor (2022). Tuvimos la ocasión de charlar con ella y esto fue lo que nos contó:
– En Guinea Ecuatorial, donde viviste tu infancia, realizaste obras de teatro y también trabajaste en la radio, ¿estas experiencias marcaron tu cine de alguna manera?
Marcaron mi cine varias cosas, mi cine lo marcó realmente el hecho de desear el espectáculo. Desde pequeña yo estaba haciendo cosas de teatro, y en el barco, cuando íbamos a África monté una función, con vestuario y todo, pasando después la bandeja para cobrar a todos los ricos del barco y al capitán y compañía. Es algo que siempre me ha acompañado, cuando era una enana me sacaban a recitar poesía, escribía cuentos desde pequeña…
Yo quería ser bailarina realmente, de hecho, todo el cine que yo he hecho es musical prácticamente. La música para mí era fundamental en las películas y el musical era mi género favorito para poder expresar las cosas de una manera, digamos, subliminal. Yo no pude bailar, realmente no reunía condiciones. Cuando me quisieron matricular en una escuela de danza me dijeron que como ejercicio de gimnasia bien, pero que yo no reunía condiciones de flexibilidad. Así que me dediqué a la otra parte que me gustaba mucho, que era la representación, el teatro…
Con el cine se podían hacer cosas increíbles, pero el cine era algo inalcanzable, que se hacía en Hollywood, no tenía ni idea. A los 14 años descubrí que había una Escuela de Cine en Madrid (Instituto de Investigación y Experiencias Cinematográficas) y me dije: está clarísimo, yo tengo que ir a ese sitio. A partir de ese momento hice todas las maniobras legales e ilegales para engañar a mis padres y poder ir a estudiar cine allí. Yo era una buena estudiante y no tenía problemas, pero lo que quería hacer era cine. Oficialmente hice la matrícula para entrar en Económicas, mis padres seguían viviendo en África, pero entré en la Escuela Oficial de Cine. Había ingresado en interpretación porque no podía entrar por la edad, pero iba a las clases de Dirección.
A los 18 años fue cuando mis padres me sacaron de la Escuela Oficial de Cine y me llevaron a Guinea, y me dijo mi padre que no me dejaba en España metiéndome en esas cosas de cine. Pero me vino muy bien porque fundamos una compañía de teatro. Construimos incluso un teatro en un secadero de cacao que transformamos, un teatro más o menos rústico, pero que tenía su subterráneo. Ese año en Guinea, me metí (yo había hecho meritaje mercantil) en el banco de un amigo de mi padre. Yo quería meter dinero mío para poder hacer cosas. Lo pasé muy bien llevando la contabilidad del banco, me gustan mucho las cuentas y las matemáticas.
Teóricamente mi padre me castigó en una colonia perdida en el Atlántico, pero me fue muy provechoso ese tiempo. No solo hicimos teatro, también radio. Es decir, le tengo que agradecer a mi padre porque llegué mucho más madura para ingresar de verdad en Dirección en la Escuela de Cine con 20 años, que si me hubiera quedado en un primer momento allí.
«Con el cine se podían hacer cosas increíbles, pero era algo inalcanzable»
– En tu casa, tu padre tenía una gran biblioteca llena de obras de teatro, ¿hay alguna obra/autor/a que te marcase/inspirase a la hora de hacer cine?
Todavía tengo la colección de mi padre. Él no sabía de cine, bueno sí, era el jefe de censura de cine de la isla, de la colonia de Guinea, tenía que tragarse todas las películas como jefe de censura, pero no le gustaba el cine. Se veía todo el cine del mundo sin gustarle nada. Había una doble censura, la que pasaba por Madrid y la de la colonia. Pero las obras de teatro de mi padre no me marcaron porque estaban en España, en casa de mis abuelos. Cuando mis padres se fueron a Guinea no se llevaron la colección, de España nos llevamos las cosas imprescindibles.
– Después de la etapa en Guinea Ecuatorial, el siguiente destino fue Madrid, donde te inscribiste en la Escuela Oficial de Cine de Madrid. ¿Cuál fue tu primera impresión de la Escuela Oficial de Cine?
La primera impresión fue estupenda, de muchísima ilusión. Lo que yo había soñado, lo que había luchado. La Escuela de Madrid era de las mejores de la parte conocida del mundo. En Hollywood había un par de escuelas muy conocidas, en París había una, en Roma, en Polonia… Todo mi camino se dirigió a hacer cine: desde los 14 años, cuando descubrí que existía esta escuela, hasta los 18, cuando conseguí quedarme ya en Madrid, aparentemente, estudiando económicas; pero me matriculé por primera vez en la Escuela, que era el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas.
– Junto a ti, otras dos mujeres entraron en la Escuela Oficial de Cine, Josefina Molina y Pilar Miró, realmente algo excepcional durante la dictadura de Franco. ¿Alguna vez te sentiste discriminada por el profesorado o por el alumnado por ser mujer?
Pilar Miró no entró en dirección, entró en guion. Para una mujer, dirigir en ese momento una película era realmente… Entraron más mujeres en la Escuela de Cine, algunas llegaron incluso a segundo, Helena Lumbreras también. Respecto a la discriminación sí y no. Al principio, sí que hubo bromitas, una cierta, digamos, condescendencia.
Con Josefina fue diferente: primero, era mayor que yo, tres o cuatro años, era más madura. Había hecho mucho teatro con un grupo de teatro de su tierra, Córdoba, venía muy preparada. Además de todo esto, en la Escuela estaban ya amigos suyos, alumnos. Ella era una persona muy divertida, es una andaluza muy divertida, pero aparentemente es muy seria y muy formal. Entonces, claro, entró, digamos, con un currículum y con amigos en la Escuela; el alumno favorito de la Escuela era su amigo íntimo, que la respetaba muchísimo. Yo entré como la loca que llegaba de Guinea y que había montado un teatro en un secadero de cacao. Llegaba sin ningún compañero.
Por ejemplo, Víctor Erice venía con cuatro más que eran amigos suyos. La que entraba a moco desnudo era yo, al principio me tomaban a cachondeo, de coña me llamaban la camerunesa. Yo era muy joven… Para mí fue muy satisfactorio que cuando yo entré, era algo así como «un bichito raro» y luego se demostró que yo sabía, y que hacía cosas y te puedo asegurar que en tercer curso el respeto que había hacia mí era grandísimo. Me lo gané a pulso. Hubo esa transformación, al final en la Escuela era de las más privilegiadas, de las más protegidas, más respetadas.
Fueron varios años, porque se cerró la Escuela, hubo un cambio… Teníamos un grupo pequeño, Patricio Guzmán, Manolo Gutiérrez… salimos con gran reputación, ahí ya sí no me podía quejar, porque me defendían a capa y espada, cuando terminé la Escuela Oficial de Cine el sexo ya daba igual, no había diferencia.
«Yo entré a la Escuela de Cine de Madrid como la loca que llegaba de Guinea y que había montado un teatro en un secadero de cacao»
– Pero, a lo exótico (de que venías de África) y la juventud, ¿le añadirías el hecho de que eras mujer?
Bueno, claro, eso también le pasaba a Josefina. Pero claro, Josefina tenía el apoyo de algunos alumnos que eran brillantes y que la respetaban mucho. Aunque Josefina también te puede contar peripecias, de la condescendencia, del mirarlo porque está hecho por una mujer, la desconfianza… Josefina lo ha pasado también. En lo único que yo difiero es que yo llegaba en pelotas. Yo también soy bastante puñetera y entonces yo también les decía que no habían salido de los Pirineos, en fin…
– En tu cine se siente que hay una inquietud por reflejar la situación de las mujeres, sus problemáticas o los avatares diarios a los que se tienen que enfrentar. ¿Siempre hubo en tu cine esta intencionalidad o fue algo más espontáneo?
Bueno, es que, digamos, yo me inspiro en lo que veo a mi alrededor. Por ejemplo, yo tenía una vecina que tenía unos problemas enormes, tenía un montón de hijos y no quería quedarse embarazada… Y quería hacerse un baño con amoniaco caliente para abortar y me dijo que menos mal que no llegó a hacerlo, porque su amiga lo hizo y casi se muere. Es que en esta época no te vendían ni preservativos. Cuando ella tuvo al quinto hijo a trancas y barrancas, yo tenía al primero mío con toda la alegría del mundo, me lo llevaba a la Escuela de Cine. Claro, yo esto no lo había visto, porque en Guinea la fertilidad era un don, algo fresco, vivo.
– Tu trabajo fin de carrera, Margarita y el lobo (1969), en el que se hace una crítica de la situación de las mujeres en el tardofranquismo. A tu juicio, ¿puede ser tu película más feminista?
Es una película abiertamente feminista, me refiero a que toca directa y claramente el tema de la mujer como mujer. Estoy tratando ese tema, dividido en varias partes de forma cronológica, estudiando los hándicaps, en la línea que a mí me gusta, musical y humorística. Pero feministas lo son todas, por ejemplo, Carmen de Carabanchel, en la que estás viendo la vida de una mujer en unas circunstancias sociales muy ingratas y que sobrevive como puede y que no tiene ningún tipo de recompensa. Me parece mucho más una película de denuncia, es una crítica social en la que le cae el mochuelo a ella. Esto es algo real, porque era mi vecina. Todo esto lo he vivido yo.
– Margarita y el lobo fue censurada por la propia Junta de Censura (a pesar de que en teoría las películas producidas por los estudiantes no pasaban censura). Pudiste incluso hablar con uno de los censores de tu película y el proyeccionista que les pasó la cinta. ¿Qué te dijeron?
Sí… uno de los censores que estaba allí dijo «¡Y encima la ha hecho una tía!». Escandalizado completamente. El proyeccionista en seguida vino a contármelo : «tú no sabes el susto que se ha pegado uno del tribunal…». A mí me dio la risa, porque pensé «este tío es tonto del culo», ¿te imaginas que esa película la haya hecho un tío ? Es que no entra en mente humana, no la puede hacer un tío. Hay cosas que una las ha vivido, son vivencias.
– El documental político sobre la Transición española, Después de…, muestra también la situación de las mujeres en este periodo histórico. Hay una escena en la que aparece el Colectivo de Abogadas Feministas y hablan entre otras cuestiones de la situación de la ley y los jueces respecto al concepto de violación-abuso, debate también actual, ¿crees que en la actualidad siguen en España las mismas cuestiones sobre el feminismo/situación de la mujer que hace unos años ?
Hay cuestiones, no voy a atreverme a decir igual, pero casi porque todavía hay jueces «increíbles». Es poner la televisión y ves… También es verdad que hemos cambiado mucho, desde los tiempos del franquismo, bastante, muchísimo. Pero sigue habiendo problemas. No tengo memoria para recordar las cosas que estoy viendo, pero empiezas a poner la televisión de la pifiada que ha hecho este juez o de cómo no se ven reconocidos los derechos de una señora sobre sus hijos… Cuestiones machistas en juicios. T
ambién te digo que ha mejorado, no puedo decir que estamos igual, de cuando yo tenía 20 o 30 años no hay comparación con la actualidad. Ciertas cosas han mejorado más, otras han mejorado menos… la comparación es abismal. Ahora resulta inverosímil que una chica entré en una escuela de ingenieros y los chicos le pregunten «y a ti por qué te ha dado por meterte a ingeniera». En cambio, a mí me preguntaban en la Escuela de Cine el porqué. Ahora tengo que decir, en honor a la verdad, que los hombres han cambiado mucho, por lo menos los de mi alrededor.
– ¿Alguna vez tuviste problemas para conciliar la vida familiar con el trabajo/estudios?
El problema de la conciliación familiar es jodido, es jodido ahora y lo ha sido siempre, porque los horarios coinciden.
Para mí era un problema, porque éramos estudiantes, no teníamos dinero. Teníamos apuros… Él trabajaba por la noche… Digamos, no es que la vida fuera de color de rosa, pero yo era muy feliz con mi bebé. Yo también estaba trabajando, cuando estaba embarazada del segundo me pegó un rapapolvo la maquilladora, estábamos preparando una cosa de publicidad y me iba a subir por las escaleras y me agarró del brazo y me dijo : «tú ahí no subes andando, que son catorce pisos y estás embarazada…». Y yo le decía: «no te preocupes, que yo subiré despacito».
Estaba trabajando para vivir. Durante un curso entero estuve trabajando de maquilladora porque el verano anterior, la maquilladora de la Escuela me contrató para el verano trabajando en una película de época. Con los hijos lo conciliaba con una cosa que en la época era bastante típica, una persona que cuidara de los niños y de la casa.
En aquel momento, otras compañeras que también trabajaban tenían una madre, una hermana o una abuela… Yo no tenía a nadie de mi familia en Madrid, tampoco había servicio de guardería, entonces, hasta que fueron al colegio, tenía a Amparo. Solo te digo que llamó maricones a una pareja de guardias civiles. En la casa mandaba ella… Si alguna vez viera esto… era muy maternal. Ella crió a los niños. Hay que tener en cuenta que los horarios de rodaje empezaban a las ocho.
Entonces todavía existía la figura de chicas de los pueblos, que venían a trabajar a Madrid y que dormían en las casas. Ahora ya es una cosa de gente rica, una figura que ahora es decimonónica. Amparo era conocida en la Escuela Oficial de Cine, me traía al crío, estaba con el tacataca en el plató… Es la que cuando yo llegaba a casa y no estaba, yo no sabía qué pasaba y es que el niño se había puesto malo y se lo había llevado al médico. Cuento esto como un homenaje, que yo no tenía familia en Madrid, que me echase una mano en este sentido.
– ¿De qué corrientes cinematográficas ha bebido tu obra? ¿Con qué directores te puedes sentir identificada? ¿Y directora?
Para mí, mis maestros son Berlanga y Valle Inclán. Son mis dos maestros, la línea en lo que yo he trabajado siempre es algo intermedio, digamos, entre Valle Inclán y Berlanga.
La película que me impulsó a hacer cine es El Río, de Jean Renoir, porque a mí me recordaba a mi infancia en Guinea. No está hecha por una mujer, pero la protagonista es una chica adolescente en la India colonial, el choque cultural, que es todo lo que yo viví. Entonces yo decía: «¡Eso! eso es lo que quiero hacer yo».
– Tú que has trabajado durante franquismo, transición y democracia en el cine e incluso televisión (capítulo «Especial Carrero Blanco» para la serie Cuéntame cómo pasó), ¿cómo crees que ha evolucionado la situación de la mujer en España en el medio audiovisual?
Sigue habiendo una diferencia grande entre hombres y mujeres (y me lo dice la gente joven) por las estadísticas que se ven, por ejemplo, en los cargos directivos. Sin embargo, parece ser, en las escuelas de cine entran prácticamente los mismos (mujeres y hombres). Pero, por lo que a mí me cuentan, están en minoría en los cargos altos. Estamos siempre en lo mismo, se descubrió que en producción las mujeres eran muy eficaces: coger un dinero, que todo funcione bien, que no se peleen los miembros del equipo… Y eso me lo decía una jefa de producción: «En el fondo, es un trabajo para mujeres, no para hombres». Y es verdad. Antes, en jefa de producción no recuerdo que hubiera nadie y ahora ya sí hay.
– Última pregunta, ¿algún proyecto de película que siempre hayas querido realizar y no hayas podido?
Pues mira, sí, la película que estuve a punto de realizar y no se pudo es El silencio de las sirenas. Es una película que a mí me tiene un poco triste porque se hicieron muchas versiones de la película y todas eran bonitas. Es la que más recuerdo. Una cosa que no he hecho que me hubiera gustado es una serie. Esa sí que me ha dolido mucho, estaba muy adelantada. Era una serie en la que contábamos un poco lo que fue el mundo de Al-Ándalus. Era increíble. Pilar Miró era la directora de televisión en ese momento, cuando estaba lista para rodar, digamos, hubo un cambio en la dirección, entró Pilar Miró y dijo que no, suspendió el proyecto. Y es que fueron años de trabajo, trabajamos tanto en documentación y en informarnos…
Entrevista telefónica, realizada por María Teresa Nogueroles Núñez (Université de Franche-Comté), el 15 de marzo de 2022.
Fotografía: Óscar Fernández Orengo.
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