Belén Macías nació en Tarragona y cursó estudios superiores en Madrid, donde obtuvo la Licenciatura de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense y se diplomó en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) en la rama de interpretación. Además, estudió guion de cine en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba.

Trabajó como guionista para diferentes series y programas de televisión. Dirigió teatro (El Balcón de Jean Genet, El Monje, La boda y El Aniversario de Antón Chejov, La cantante calva, de Ionesco…) y publicidad.

En televisión, como directora, trabajó en las series Un lugar en el mundo para Antena 3. La Señora, 14 de Abril, La República, Víctor Ros y Fugitiva, para TVE. Hospital Central El Don de Alba para Tele 5. Las TV movies La Atlántida, El Monstruo del pozo y Juegos de familia para la FORTA. Las miniseries La Princesa de Éboli o Historias Robadas para Antena 3.

Si hablamos de cine, dirigió los cortometrajes El Puzzle y Mala Espina, que recibieron más de 70 premios nacionales e internacionales, además de nominaciones como el Goya al Mejor Cortometraje.

Su primer largometraje El patio de mi cárcel producido por El Deseo y seleccionado a concurso en el festival de cine de San Sebastián obtuvo varios premios nacionales e internacionales y estuvo nominado a cuatro premios Goya. Su segundo largometraje Marsella, producido por Tornasol, ha obtenido dos nominaciones a los premios Goya y diversos premios. Actualmente se encuentra preparando su tercer largometraje Los Bowie.

-¿Cómo surgió tu interés por hacer cine?

Mi interés por hacer cine viene de la infancia, de la necesidad de meterme en un mundo diferente al mío, de visualizar películas, de estar pendiente de historias que se alejaban del entorno en el que yo estaba. No quiere decir que el entorno en el que estaba estuviese mal, simplemente mi imaginación quería volar y, sobre todo, quería inventar historias. Me sentí muy identificada con las historias inventadas de diferentes cineastas a lo largo de la historia del cine, y de ahí viene mi interés y la necesidad de descubrir otras historias de otros mundos.

– Entonces, ¿desde siempre has visto muchas películas? ¿Un poco por tu familia?

Sí, siempre he sido cineasta, siempre me ha gustado el cine. En mi infancia tenía a todos callados cuando había películas en televisión, para que estuviésemos todos atentos. Sí, siempre he ido al cine. 

«Mi interés por el cine viene de mi infancia, de la necesidad de meterme en un mundo diferente al mío, de la necesidad de conocimiento, de la curiosidad»

El otro día le comentaba a Helena Taberna que la cinefilia parte de ese contexto, de esa curiosidad por este mundo de las películas. De ahí parte todo, la necesidad de conocimiento. Ahora que tengo un niño de diecisiete años que está decidiendo lo que quiere estudiar, veo que también quiere conocer otros mundos, no desde el lado artístico como yo, sino desde lo científico. Él quiere estudiar física, por la necesidad de conocimiento. Me siento muy identificada con él, porque yo quería conocer otros mundos desde lo artístico y él desde lo científico. Estoy muy ilusionada con su mundo y con lo que él quiere. Parte de lo mismo, de la curiosidad.

-En los inicios te interesas por el mundo de la interpretación. ¿Cuál es tu relación con el entorno y de qué manera ha marcado tu trayectoria como realizadora?

Aunque vivo en Madrid, soy de Tarragona. Me vine a Madrid para estudiar. En Tarragona había una escuela de arte dramático en un auditorio romano muy bonito. Lo arreglaron y formaron una escuela de arte dramático de la que ha surgido bastante gente de teatro del entorno catalán, de la interpretación catalana. Es riquísima e interesante.

Recuerdo que yo desde los trece años iba todos los años a la escuela de arte dramático para ver si podía cursar alguna asignatura, pero tenía trece años, era imposible. Iba todos los años a la escuela y me decían que no podía y al final, el último año antes de entrar en la universidad, me dejaron y lo compaginé con el último año de estudios en el instituto. Era una pulsión, algo que necesitaba.

El mundo actoral me gusta mucho y lo he investigado mucho. Me siento muy orgullosa cuando a mis actrices las premian. Siempre digo que los actores se distinguen entre los que tienen facilidad y los que no la tienen. Teniéndola, consigues muchas cosas, dependiendo de tus circunstancias y no teniéndola también. Con trabajo y tesón puedes conseguirlo casi todo. Pero la gente que tiene facilidad se coloca en la actuación en un lugar más cómodo.

«Estudiar arte dramático me ha servido mucho para dirigir, para tener un lenguaje común con los actores, pero me di cuenta de que no era la actriz que yo admiraba, ni me gusta exponerme»

-Sin embargo, nunca  has salido actuando en una de tus películas…

No. Estoy muy agradecida por haber estudiado arte dramático, porque me ha servido muchísimo para dirigir, para tener un lenguaje. Es muy importante tener un lenguaje, sobre todo con los actores. Hay que entrar en algo muy delicado, porque ellos se exponen muchísimo. Esta forma de comunicación con los actores la he conseguido gracias a estudiar arte dramático. Cuando vine a estudiar cine en la universidad, en Madrid, después de haber estado en la escuela de arte dramático, me di cuenta de que no era la actriz que yo admiraba.

Tenía un poco de pánico escénico, era demasiado tímida, era una actriz bastante solvente en el drama. La decisión no me costó nada. Fue acabar la escuela y descubrir que lo que quería era dirigir. Pero dirigir me imponía muchísimo por todo lo que supone. Sin embargo, la escuela de arte dramático me dio la fuerza para decidirme, puedo ser escritora y quiero contar historias.

He tenido oportunidades para actuar en mis propias películas, series o TV movies o de las de compañeros míos, porque me lo han ofrecido, porque sabían que estaba en la escuela de arte dramático y nunca jamás lo he hecho, ni un cameo, ni un buenos días, nada. Me he dado cuenta de que no me gusta exponerme. De hecho, creo que me he expuesto demasiado poco en mi profesión.

Pero ha sido una decisión totalmente medida. Podía haberme expuesto más, ir a más sitios, conocer, pero no, he decidido hacerlo desde aquí. Hay directores que se exponen mucho más, que van a programas. Yo he dicho que no a miles de cosas por esta exposición personal que no quería tener. Es una elección personal. 

«No me puedo quejar de la carrera que he tenido. Podría haber tenido más proyección, pero he estado criando a mi hijo, y no me arrepiento»

-Cuando saliste de la Universidad Complutense ya te sentías preparada para dirigir, después de haber estudiado interpretación. Cuando terminaste la carrera de Ciencias de la Información, ¿decidiste ponerte manos a la obra?

Cuando terminé la carrera estaba sobre todo centrada en la interpretación. Tenía un grupo de vídeo que se llamaba “Suplencia Cinco” en el que hacíamos cortometrajes. Entré a trabajar como guionista en televisión y ya ahí me di cuenta de que me tenía que lanzar. Y es cuando hice los cortometrajes. Los cortometrajes en cine eran un paso más, mover a muchísima gente, convencerles… mis cortometrajes son del año 2000 y en aquel entonces costaba muchísimo dinero rodar en 35 mm… Pero así he hecho la carrera, convenciendo a la gente. Yo siempre digo que el cine es mucha perseverancia. Si no la tienes, mejor que te dediques a otra cosa.

Yo no me puedo quejar por la carrera que he tenido. A lo mejor me hubiera gustado tener más proyección, pero he estado criando a mi hijo, de lo que no me arrepiento.

-Entraste como guionista al principio en series y eso fue, imagino, un encargo. ¿Trabajaste con un equipo de guionistas?

Sí, trabajé con un equipo de guionistas durante un tiempo y luego decidí que quería rodar directamente y me lancé a hacer los cortometrajes, El Puzzle (2000) y Mala espina (2001). Como funcionaron tan bien, me abrieron las puertas para dirigir. Había hecho Mala espina. ¡Fíjate la repercusión que tuvo Mala espina! Y entonces Rosa Estive, que es una directora de casting, le enseñó el corto a un productor de televisión, Goyo Quintana.

No se lo enseñó por mí, sino para enseñarle a una actriz, a Blanca Apilánez, que era una de las protagonistas del cortometraje. Le dijo: “Mira, esta actriz, quiero que la veas para el personaje de la serie”, y entonces vio el corto y dijo “¿Y quién ha dirigido este cortometraje?”. Se puso en contacto conmigo, vio el otro corto, El Puzzle y me encargó la dirección de la serie.

«La televisión me da mucha experiencia y la posibilidad de rodar constantemente. Son muy pocos los directores o directoras que pueden vivir solo del cine»

Ya sabes cómo son los cortometrajes, mucho amor, mucho apoyo, mucha actividad, y de repente tienes un equipo de casi 200 personas en una serie de televisión, con tres cámaras de entonces y… ¡ostras!

Un reto. Adelgacé diez kilos ¡Imagínate! Sales del mundo del cortometraje para entrar directamente en televisión y después, cine, los largometrajes. He vivido el proceso de hacer dos cortometrajes de cine y mucho más tarde he rodado una película de cine. Lo he hecho también porque he tenido la necesidad constante de trabajar. Al cine te puedes enfrentar desde muchos sitios. Lo hemos hablado con muchos colegas. Si tú tienes la vida más o menos resuelta como muchos cineastas, te puedes enfrentar desde un sitio y si no la tienes resuelta, te enfrentas desde otro. 

Me siento muy satisfecha, porque podría haber hecho más cosas, pero he vivido de la televisión, lo que también me ha permitido rodar muchísimo.

He hecho las TV Movies La princesa de Éboli (2010), Historias robadas (2011)  y Juegos de familia (2015) y muchas series, todas han sido encargos y no son cine. Es una manera diferente de trabajar.

«Al cine te puedes enfrentar desde muchos sitios, según tengas o no la vida más o menos resuelta»

-Entre las cineastas con las que hemos realizado entrevistas hasta la fecha, eres un caso especial, porque compaginas cine y tele desde un comienzo y te sientes cómoda en los dos ámbitos. ¿Cuánta libertad artística tienes cuando se te encarga la dirección de un proyecto de televisión? Son muy diversos y se diferencian mucho de lo que has hecho en cine…

En cine yo sigo mi línea, tengo una línea clara de cómo quiero contar historias. Creo que mis trabajos de cine están muy conectados con el siguiente trabajo que voy a hacer ahora, a pesar de ser un thriller. Pero los trabajos para televisión son encargos. Lo que me permite la televisión es meterme en mundos, en historias que tal vez no contaría nunca y que me permiten investigar y darle un toque personal dentro de lo posible. Y eso me enriquece muchísimo. Nunca me quiero alejar de la televisión. Me nutre de mucha experiencia y me da la posibilidad de rodar constantemente. Algo que en cine ahora mismo es un privilegio. Muy poca gente puede rodar constantemente.

Afortunadamente, las producciones en televisión van por otro camino y ahora todos los cineastas estamos en la televisión. Si no, ¿qué haríamos? ¿Cuántos cineastas viven del cine? Son muy pocos y tienen nombres: Almodóvar, Amenábar, Álex de la Iglesia. Ni siquiera sé si las cineastas que son referentes nuestros como Coixet…. bueno, Coixet está en otro lugar, ni siquiera Icíar Bollaín creo que vive del cine.

¿Quién puede vivir del cine? Lo digo por ser una cineasta que más o menos le ha funcionado bien todo. Pero de periodo a periodo, tú no vives con el sueldo de una película. Yo, desde luego no. Entonces tienes que buscar una alternativa. Hay gente que se refugia en la enseñanza, yo también soy profesora y me encanta dar clases, pero son cosas puntuales…

«Cuando hago películas tengo una línea clara de cómo quiero contar historias. Los trabajos de televisión, en cambio, son encargos que permiten meterme en historias que tal vez nunca hubiese contado»

-Volvemos a la televisión, me interesa saber cómo funciona. En los créditos de tus TV Movies se repiten los nombres de algunos técnicos. ¿Cómo es? ¿Ya está todo organizado, ya existe la historia, el equipo, la financiación y a ti te encargan la dirección del conjunto? En cine, imagino que es al revés, ¿empiezas tú desde cero a desarrollar la historia, tus personajes y buscas tu equipo? 

Sí, exactamente. Tú entras en un proyecto cuando ya está financiado y cuando lo que tienes que aportar es la forma de la dirección, desde decirle al guionista todos los ajustes que tú consideres que tiene que tener el guion, consensuado con los productores, evidentemente. A partir de ahí empiezas con la producción, los ensayos con los actores y la creación del universo visual que quieres darle a todo. Eso tiene que ser consensuado con la cadena de televisión.

.Entiendo que la cadena te marcará los límites, el estilo visual…

Sí, efectivamente. Tiene muchos condicionantes trabajar en televisión. Hay mucha presión, porque es un producto… Pero la televisión me ha dado la posibilidad de hacer cosas con presupuesto, como La Princesa de Éboli, desde un enfoque que es muy probable que yo no  hubiese tocado, la historia de amor etc., pero me permite rodar universos en los que disfruto mucho. La princesa de Éboli, por ejemplo, me llega ya con todo el elenco principal hecho. Siempre depende de la producción, pero en este caso venía con Belén Rueda, Hugo Silva y Eduard Fernández ya en el pack.

-Pero los ensayos, ¿los haces tú con ellos?

Claro, claro. Fueron solo estos tres, luego tú eliges el resto del reparto. Cuando trabajas en una serie de televisión, a no ser que parta de ti, que también me ha pasado en alguna ocasión, los actores ya están hablados con la cadena de televisión, con las productoras. Dependiendo del tipo de audiencia, de la edad, quieren que sea, por ejemplo, Belén Rueda.

Es una mujer que gusta mucho al target de señoras que van a ver La princesa de Éboli. Esto es muy importante, la clave del tono, porque esta serie está hecha para un público concreto y se centra en determinadas cosas de Éboli, no en acontecimientos históricos con respecto a la acción, sino más en la historia de amor que puede haber pasado. Es muy probable que yo nunca hubiese escrito la historia desde este punto de vista, pero me parece un divertimento muy agradable tener la posibilidad de enfocarlo desde ahí, que es parte de nuestra profesión.

«Trabajar en televisión tiene muchos condicionantes, hay mucha presión, pero te da la posibilidad de hacer cosas con más presupuesto»

-De hecho, sin saber si soy el público target, me ha impactado mucho saber que ha habido una princesa de Éboli a la que ha sucedido lo que le sucedió.

Es real. Lo que no es real es la historia de amor con el consejero del rey. Se insinúa que hubo algo, pero no se sabe… Soy muy rigurosa preparando las cosas, independientemente si es un guion que no es la visión que yo le daría, pero siempre hago el trabajo de una forma rigurosa. Esta miniserie me aportó mucho en determinados aspectos, por ejemplo el trabajo con Eduard Fernández. Tuvimos que recrear a Felipe II. Era una persona de la que no teníamos idea de cómo era, solo teníamos cuadros en el Museo del Prado y teníamos biografías que habían escrito sobre él.

Felipe II tenía prognatismo. Las personas que tienen prognatismo tienen la barbilla en exceso hacia delante, hablan comiéndose las letras y con dificultades de pronunciación. Tuvimos que ponerle a Eduard Fernández una prótesis en la mandíbula para que hablase como Felipe II, lo teñimos de rubio hasta las cejas, buscamos una manera de andar de un tipo que solo se alimentaba de carne, porque era lo que comía la gente de bien. La gente en esta época no comía ni verduras, ni pescado.

También tenía la enfermedad de la gota desde que era joven, una forma de artritis que se caracteriza por ataques de dolor y sensibilidad en las articulaciones, muchas veces en la articulación que se encuentra en la base del dedo gordo del pie. Un cuadro de persona guiada por la fe religiosa. Un personaje interesantísimo. Y Eduard Fernández tenía que entrenar hasta que podía hablar como este personaje. Fue chulísimo. Es probable que yo hubiera hecho el proyecto de otra manera, pero fue chulísimo.

-Me costó reconocer a Eduard Fernández en esta película. ¿cómo ensayas con los actores, cuál es el método?

Lo que hago con los actores siempre es hablar mucho e investigar miles de anécdotas sobre los personajes. Biografías, las relaciones que tienen entre ellos. Después de hablarlo, se improvisa. Yo trabajo mucho con la improvisación para la creación del personaje, poner a dos actores en una situación parecida o en circunstancias en las que este personaje se podría mover. Y a partir de ahí, cuando ya tenemos asentado qué es lo que queremos, cómo va a andar el personaje, cómo va a hablar, qué va a decir, entramos a ensayar las secuencias. Y en esas secuencias vamos viendo todos los elementos que pueden enriquecer.

«Investigo mucho sobre los personajes que me toca rodar, luego improviso con los actores y ya después ensayamos secuencias»

-¿Has trabajado así también con los menores en tus películas?

En Mala espina sale Adriana Ugarte, era lo primero que hacía. Adriana Ugarte llega a Mala espina porque estaba buscando actrices de quince años. Entrevisté a algunas que estaban muy bien, pero Adriana me vino porque una amiga mía había hecho un curso en una escuela de verano y me dijo que había visto una niña de quince años fantástica. Le hice pruebas y fue adelante. Mala espina nos abrió las puertas a las dos, a mí como directora y a Adriana como actriz. Aún era muy jovencita y estaba en el cole. Terminó el cole, entró en una escuela y empezó su carrera.

-¿Ensayaste con ella con improvisación como sueles hacer ahora con los actores?

Sí, por supuesto. Adriana Ugarte es una niña que viene de un entorno privilegiado, de padres magistrados y no era lo que es ahora, no tenía una formación de una señora de 37 años. En ese momento tenía 17 o 16 años, era una niña que no tenía nada que ver con el personaje. Tuvimos que entender el personaje, porque lo que queríamos contar está entre el comportamiento de una niña adolescente y el inicio de una enfermedad, necesitaba entenderlo bien para comprender cómo se comporta el personaje en determinados momentos, cómo fabula, cómo se inventa. También necesitaba encontrar una forma de andar y moverse diferente a la que ella tenía. Sí, sí, hicimos un trabajo… Yo creo que se llevó, no sé cuántos, diez premios o algo así.

«El cortometraje ‘Mala espina’ nos abrió las puertas a Adriana Ugarte como actriz y a mí como directora»

-Hablando de premios: En 2001 ganaste el Primer Premio Ciudad de Alcalá en Alcine – Festival de Cine de Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid con Mala espina, también Premio al Mejor Guion y a la Mejor Actriz y el Premio Canal+. ¿Estos premios tuvieron alguna influencia en tu carrera?

Para mí, Alcalá de Henares es algo muy especial, no solamente por Mala espina y lo que significó, sino también por El Puzzle y por lo que significa en el mundo del cortometraje. Es muy importante. Puede ser el paso previo para realizar largometrajes o quedarte en este círculo de cortometrajes – hay gente que se ha quedado y que cuenta historias de este formato. Es un formato que tendría que estar mucho más abierto, porque es muy enriquecedor. Tendría que formar parte de programas.

Los cortometrajes deberían formar parte de la educación. Creo que la educación audiovisual es fundamental y no la tenemos, es una pena. Hay que fomentarlo. Es una asignatura pendiente. Desde CIMA lo apoyamos y reivindicamos, pero aún no hemos conseguido que se incluya en el currículo escolar. Los medios de comunicación tendrían que ser una asignatura obligatoria.

-Con Mala espina me parece que empiezas a crear tu línea personal, de personajes femeninos en situaciones críticas o más bien traumatizadas por su propia condición. Veo que hay aspectos y temas que se repiten en tus obras. Por un lado la maternidad y por otro lado estos personajes que…

… nacen en lugares que no les dan oportunidades. Eso es algo que siempre me ha preocupado y me ha parecido un motivo para ficcionar. La gente que por su entorno hubiese tenido otras oportunidades u otra vida. Según sus circunstancias, sus vidas hubieran podido ser muy diferentes, tener acceso a muchas otras cosas. Esa injusticia, lo que te condiciona dónde naces, la cuna, lo que se da en la infancia, siempre me ha parecido preocupante a nivel personal y, como ficción para contar, interesante.

Pero si te das cuenta, mis protagonistas siempre vienen de entornos desfavorecidos, es gente con mucha riqueza, pero muy constreñida. Es una línea que me gusta mucho explorar. Doy una perspectiva de mujeres con mucha riqueza, independientemente de su entorno social. En Marsella, la protagonista al final le da un vuelo a su mundo y muestra quién es al irse y darle una oportunidad a su hija. Es un final con el que ha habido mucha controversia.

«Alcalá de Henares es algo muy especial, no solamente por Mala espina y lo que significó, sino también por El Puzzle y por lo que significa en el mundo del cortometraje»

-Volviendo a Mala espina, ¿cómo te surgió el tema de la esquizofrenia?

En realidad, surgió porque estaba escribiendo un largometraje para dar el salto -al final lo dejé aparcado en un cajón, tengo varios proyectos así, pero con perseverancia van saliendo-. Entonces, el protagonista de este largo tenía una enfermedad mental y documentándome sobre ello para buscar rasgos del personaje, descubrí la esquizofrenia adolescente. Me pareció interesantísimo como punto de partida por lo difícil y fascinante que es el mundo adolescente, por los cambios que implica. Se transforman. 

Hoy he hablado con mi hijo y le decía “Darío, tú siempre has querido ser mayor”, porque él ahora tiene 17 años, pero los vence a finales del año, en diciembre. Entonces está ahora renqueando con los 17, porque quiere hacer cosas de los 18 y no puede. El cambio de la adolescencia es muy interesante en cuanto al comportamiento. Me pareció un punto de partida muy bueno para Mala espina, porque tú podías engañar, jugar a una visión que no es la real, pero en ese momento para ella sí lo es.

Además, es muy creíble que una chica que tiene conflictos con su madre ponga distancia de por medio, que hable de ella en tercera persona, que no la llame ‘mi madre’, es algo muy reconocible. Hay conflictos. Eso me sirvió mucho para crear este momento.

«Las protagonistas de mis películas son femeninas, algo sobre lo que solían preguntarme. Nadie le pregunta a un director por qué sus personajes son masculinos»

-También veo que en tus películas de cine vuelves a cuestionar la figura materna. En Mala espina a través de la perspectiva provocas dudas de cómo es esta madre, en El patio de mi cárcel cuestionas a esta madre cariñosa, pero drogadicta, que se ve sustituida por su abogada, y en Marsella pones en entredicho qué es y puede ser una buena madre.

Sí, la maternidad, la familia, las relaciones familiares, todo eso me interesa. Ahora he escrito un proyecto,  estoy con mi siguiente película – estamos en ello, porque RTVE no nos apoya y tenemos que ver cómo lo sacamos adelante… En realidad tengo dos ahora, pero el siguiente es sobre los Bowie, que está muy cerrado para levantarlo. Es la historia de una niña adolescente. A través de sus ojos vemos el drama de su familia, vivimos conflictos familiares, con los ojos de una adolescente. Es una niña de un pueblo de Jaén. La película también me encanta por David Bowie, que sirve de referente, porque el abuelo de la chica trabaja como técnico de sonido de David Bowie en la época. Es una historia familiar y eso es lo que me late cuando escribo. Me encantan todos los géneros, desde el terror al  thriller o el drama.

De hecho, tengo también un proyecto en tercera versión de guion con Gerardo Herrero que es un thriller, que está basado en una novela. Este ya es más de encargo. Es un encargo, pero lo estoy haciendo mío. También la protagonista, por supuesto, es una mujer. Soy de la generación entre la Coixet y de las que vienen ahora y he sufrido mucho las preguntas “¿por qué tus personajes son femeninos?”. Ahora, afortunadamente, no lo preguntan. Son muchos alter egos. Yo siempre decía, ¿pero tú preguntas a un Enrique Urbizu por qué José Coronado es el protagonista de su película y por qué todos los protagonistas son hombres? Igual parte de él contar historias de hombres, porque son cercanos a los suyas. Pues, a mí me pasa lo mismo.

«Es difícil entrar en la profesión, pero una vez que lo conseguiste, también es muy complicado mantenerse, una lucha permanente»

-Roser Aguilar se describe como perteneciente a la generación bisagra. Hemos crecido con los referentes patriarcales, pero estamos conscientes de no querer seguir en la misma línea y educamos a nuestros hijos de otra manera.

Eso es, la generación bisagra. Así me siento yo. En cuanto hablamos de cine, de oportunidades, de todo. Y me sigo sintiendo así también como cineasta que se tiene que mantener. Porque tuve suerte y entré enseguida en la profesión, a raíz del corto entré en la televisión y luego en el largo. Estuvo muy bien, pero luego te tienes que mantener y tienes que ir creando y seguir siendo interesante para el público y para los productores, sobre todo en el inicio. Es mucha lucha. Abriendo puertas para los que vienen detrás.

Es importante desmarcarse, es bonito -se lo cuento mucho a la gente que empieza- se puede llegar, se puede llegar con perseverancia y con tesón. Lo difícil es mantenerse, si no eres  Amenábar o Almodóvar, y que la gente vaya al cine para ver tus películas. Ahora es todavía  más complicado. Pero se puede conseguir, si no tienes un mundo acomodado. Se lo digo mucho a mis alumnos, sobre todo a las chicas – porque estoy dando clases en la ECAM en primero de dirección, ahí es donde tienen que elegir lo que quieren ser.

Pues, ¡imagínate! Yo como profesora con todas mis alumnas motivándolas para que sean directoras, porque luego no se atreven. Hay muy pocas que se atreven. Siempre intento animarlas: “¡Chicas, necesitamos vuestra mirada, necesitamos que cambie la mirada del cine, que el cine se ha hecho a través de los ojos de los hombres y esto hay que cambiarlo!”

Nosotros tenemos también el deber de criar niños en el feminismo, que sepan claro cuál es su lugar y cuál es el lugar de los demás. Y en eso me siento muy orgullosa, porque Darío es un chaval muy feminista y muy concienciado. Ese es nuestro deber.

«Si no eres Almodóvar o Amenábar es difícil que la gente vaya al cine a ver tus películas, pero se puede conseguir»

-El patio de mi cárcel está producida por Almodóvar. ¿Cómo surgió esta oportunidad?

Yo le presenté a Esther García un tratamiento. Ella había trabajado con Arantxa Cuesta, que es la guionista del Patio… que conocí en la Escuela de cine de Cuba. Mala espina ganó en el concurso de Versión española un premio que fue un curso en Cuba, que yo escribiese un guion en San Antonio de los Baños. Ahí conocí a Arantxa Cuesta que ahora ha tenido un recorrido enorme como guionista y entonces hicimos el tratamiento de El Patio

Claro, mi formación es muy teatral, porque estuve en la Escuela de Arte Dramático, entonces el grupo de Yeses, de la cárcel de mujeres, era algo que conocía bien, porque había oído hablar de ellas, las había visto, me pareció una historia para empezar estupenda. Entonces escribimos un tratamiento, Esther García lo leyó y nos compró hacerlo. Yo creo que le gustó a Esther, ya luego los Almodóvar estaban ahí. Pero quien realmente apostó por este proyecto fue Esther García.

Esther es una mujer de cine, es productora ejecutiva, es una mujer con una inteligencia a un nivel altísimo. Hay varios factores muy importantes, por un lado es lo que tienes que contar y cómo lo cuentas, por otro lado es cómo te relacionas y cómo consigues vender tus historias y cómo consigues convencer a un productor y cómo consigues las compras de televisión y que la gente entre en tu proyecto. A Esther siempre la he admirado muchísimo. Ella es capaz de conseguir una plataforma en el medio del océano para la película de la Coixet, de conseguir mi cárcel de mujeres en Guadalajara para mi película, es capaz de conseguirlo todo, porque tiene una forma de inteligencia emocional muy interesante. Ha sido una de las personas que más me ha gustado conocer en esta profesión.

«Esther García, productora ejecutiva de El Deseo, es una mujer con una gran inteligencia, la admiro muchísimo, es capaz de conseguir lo que le pidas para tus películas»

Pedro está a sus historias, él sigue su dinámica con la escritura de guiones, de rodajes, y por eso la productora crea una maquinaria para que pueda ser posible, para eso está. Pero al margen de eso, tienen determinados proyectos. Ya sabes que han producido a Lucrecia Martel, a mí, a Coixet, tampoco producen mucho, pero para las cosas que producen tienen muy buen ojo. Y este buen ojo es parte de Esther, de Agustín Almodóvar y de Pedro. Pedro es casi más a su rollo.

Es lógico, Pedro es el alma, es su autoría, es su cine. Esther es una de las grandes del cine, una mujer que además se ha educado en un mundo cinematográfico de hombres. Ella sí, es de esta generación, porque ella empezó en Curro Jiménez de secretaria de producción, ¡imagínate, Curro Jiménez! todos tíos. Mujeres, una de vestuario, otra de maquillaje y Esther García. ¡Imagínate lo que debía de ser eso! Que ella haya destacado en este mundo y esté en el lugar que ocupa y tan cercana a mi, me impactó mucho. 

-Pasaron seis años entre el estreno de El patio de mi cárcel y Marsella. Ha sido, porque has estado trabajando en televisión, ¿verdad?

Sí. Yo nunca he tenido prisa con el cine, es algo fundamental para mí, porque siempre he estado rodando. Soy muy amiga de Helena Taberna y ella hace sus cosas. Tiene una necesidad constante de rodar, porque rueda una vez cada mil años, pero mi ritmo no es así. Tengo mucho cansancio físico por rodar, pero me llega en el momento que me llega. Ahora mismo tengo tres proyectos de largo. Si salen todos seguidos, no alcanzaré. Ahora voy a rodar una película para televisión, ya la estoy preparando, se tiene que rodar en abril. Entonces no tengo esta necesidad, porque en realidad disfruto mucho con lo que hago.

«Rodar me genera mucho cansancio físico, por lo que nunca he tenido prisa, la necesidad de una nueva película me llega en el momento que me llega»

-En caso de otras cineastas, han pasado muchos años entre una película y otra y lo han pasado mal por no poder levantar otro proyecto, han tenido años difíciles.

Claro, pero yo vivo de esto. No hubiese podido vivir solo del cine. Como la inmensa mayoría. Lo que hemos dicho, ¿cuántos pueden ser? Tal vez diez, como mucho diez, quince, ¿cuántos directores tenemos? Es muy difícil, pero ha cambiado ahora con las plataformas.

-Justo te iba a preguntar: ¿Estás notando un cambio con la aparición de las plataformas?

Es un cambio radical. En cuanto a las producciones que se hacen, la necesidad de técnicos y gente de la profesión. Yo no estoy fija en ningún sitio, trabajo para todas las televisiones. Me llaman desde todos los sitios. Nunca he tenido ningún lugar fijo.

Si no te apoya una cadena, tienes que ver cuál es el medio para conseguir la financiación. Hasta ahora estaba bien apoyada, pero para este último proyecto habrá que sacar la financiación por otros medios, por las plataformas u otros y después hay otros dos en la cuerda de levantar la financiación.

Yo presento proyectos para todas las plataformas. Ahora, por ejemplo, haré una serie para Amazon. No es que yo la haya presentado, me han llamado como directora. La televisión siempre es de encargo. Espero que eso también cambie. Me gustaría que cambiase y que yo pudiese crear mis series de televisión. En ello estoy. Pero hasta ahora todo es de encargo.

-Me parece que con el boom de series de los últimos años ha cambiado mucho nuestra forma de ver televisión. Las series tienen un cierto enganche, como una droga visual. Yo prefiero que las cosas empiecen y terminen.

Pero a veces esta droga es magnífica. No siempre, pero en muchas ocasiones es magnífica. Y hay un asunto que me gusta muchísimo por el hecho de poder estar en televisión, porque te da una posibilidad como artista de poder dar matices a todo, a un nivel maravilloso. Por supuesto, si está condicionado en una hora y media o dos, simplemente como una película, es un reto artístico, sobre todo para mí, viéndolo en una pantalla grande, muy relevante y muy gustoso.

He visto en televisión, sobre todo en series de televisión, cosas realmente impactantes. Con realmente impactantes no me refiero a juegos de artificios, sino a cómo se ahonda en un personaje, como se muestra la vida familiar, la vida etc..

«La nuevas plataformas lo han cambiado todo de manera radical. Yo presento proyectos para todas, son otros medios de financiación que surgen»

-Pero volvemos a Marsella, que es el largometraje que se proyecta ahora en el Canal de Vimeo del Instituto Cervantes. ¿Cómo empezaste a investigar para el tema de la familia de acogida? ¿Cómo surgió tu interés por ello?

Todo parte de la idea primigenia de Aitor Gabilondo, sobrino de Iñaki Gabilondo, el periodista. En su momento era guionista y ahora es un productor muy conocido, el productor de la serie Patria. Viene del mundo del corto, pero con este boom de la televisión ha encontrado un oficio que le atraía más, producir. Pero cuando nos conocimos en Marsella, hace seis años, él todavía era guionista, todavía no era productor. Entonces, hablando un día con él, me dijo, “Belén, tengo un punto de partida que creo que es muy interesante, una madre biológica y una madre de acogida luchando.” Este fue el inicio.

Fue una historia muy interesante, y a partir de ahí nos inventamos todo con Aitor y con Verónica Fernández, otra guionista. Surge de ahí. Verónica Fernández, que ahora es la que elige las series en Netflix, la directora de ficción de Netflix, es madre de tres niños de acogida. Primero tuvo un hijo y luego los hermanos y los adoptó cuando eran mayores de edad. La acogida la conocía muy bien. Aitor y yo fuimos en varias ocasiones a documentarnos a centros de acogida para ver cómo funcionaba. El punto de partida ya estaba.

Una madre que no tiene el entorno adecuado, ni la fórmula para educar a su hija, evoluciona y lo muestra al final con el gran sacrificio que hace. El final de la película ha dado lugar un poco a controversia, ¿por qué ella no se ha quedado, por qué ella no ha dado la cara? Quería mostrar que como madre hay que ser capaz de no pensar en ti, hay que pensar en tu hija. Yo, por ejemplo, me separé después de diez años de relación del padre de mi hijo, cuando mi hijo todavía era muy pequeño, tres años tenía.

«La historia de partida de la película ‘Marsella’, la de la familia de acogida, fue muy interesante, me la presentó Aitor Gabilondo»

Pero siempre ha sido fundamental el buen trato con su padre. No soy yo, es él. Todo esto estaba implícito ahí. Porque yo recuerdo que la gente me decía, pero ¿por qué termina así? La identidad como mujer que tiene el personaje… era fundamental mostrar esta conciencia de mujer que ama a su hija y es capaz de no pensar en sí misma. Que ella desaparezca no quiere decir que desaparezca de la vida de su hija. Sabe que la vida que puede llevar su hija será mejor en la familia de acogida, pero no desaparecerá como apoyo. Y no hace falta explicar esto.

-Vi el otro día la película The Assistant, de Kitty Green (2019) y me ha encantado precisamente por el punto de vista que muestra. Es una película un tanto lenta, me encanta el tempo. Pero fuera de este tempo cuenta una historia de una situación real que tenemos las mujeres, tiene un punto de vista muy interesante. Es un poco lo mismo del final de Marsella. Quién no entienda que el personaje, lo que hace, es un sacrificio por el bien de su hija, no entiende la esencia de la película.

Creo que nos cambia ser madres. Si eres madre, está claro que el bien de tu hijo siempre va ante todo. Si se termina la comida y tu hijo sigue con hambre, siempre vas a prescindir de lo tuyo para darle a él.

Eso es. Para mí, no cabía otro final. Si tu ves que tu hija está bien acogida, es su vida y va a tener un futuro que tú no le puedes dar, ¿dónde está la decisión? En la película queda muy claro. Quién es la familia de acogida, cómo se ha centrado en ella y cómo le puede dar oportunidades que, por mucho que la madre biológica salga adelante, no le va a poder dar. Aquí viene de nuevo lo que hablamos al principio, las oportunidades, dónde naces, tu entorno. 

«Se madre nos cambia, el bien de tu hijo va ante todo. Y el tema de la conciliación familiar es terrible, yo me la he podido permitir a base de dinero»

-Ser madre soltera y compaginar tu vida familiar con el trabajo es muy complicado… ¿Cómo has encontrado un equilibrio entre todo?

… y la vida personal. Desde que me separé del padre de mi hijo he tenido varias parejas y tienes que compaginar todo, trabajar, tener vida y criar a un hijo. Yo siempre he dicho que he criado a mi hijo con chicas que me han ayudado. David, el padre de mi hijo, siempre ha estado ahí, pero él también rueda, porque es operador de cámara y rueda muchísimo.

Pero yo lo he hecho a base de financiar una chica que estaba. Cuando yo me iba, había una chica que buscaba a mi hijo a las cinco de la tarde. Ha podido estar con quien yo he podido pagar y que podía estar en los sitios, lo que también me ha dado tiempo para tener vida personal. No he tenido custodia compartida, siempre la he tenido yo. Se lo pedía a David, porque David se separó, al cabo de un par de años rehizo su vida y ha tenido dos hijos más, que han sido hermanos para Darío, lo que está muy bien.

Como estaba rodando, me podía permitir tener a gente que cuidase de mi hijo. Así lo he hecho y está como una rosa hermosa.

-Es un tema que siempre me interesa, la conciliación familiar, ¿cómo lo ves?

Terrible, terrible, terrible. La conciliación familiar me la he podido permitir a base de dinero, dinero que ganaba yo. Pero no lo cambio por nada. Si no me hubiese dedicado a mi hijo, hubiese tenido otra carrera, no sé. La que tengo ya está bien.

«Para contar historias necesitas una pulsión, sino es difícil hacer cine. No hay descanso a nivel mental»

-Eres miembro de CIMA, ¿verdad? Y participas en diferentes acciones que organizan, en CIMA Mentoring, por ejemplo…

Participo cuando puedo. Cuando estoy trabajando, a veces es complicado compaginar. Formo parte del órgano asociativo, pero participo poco, estuve un año en Mentoring, que estuvo muy interesante, pero ya está. Luego he estado en las asambleas, pero no he sido muy participativa, porque entre el trabajo y  mi hijo, no he podido. Ahora ya es mayor, ahora ya puedo hacer más cosas. Mis padres están en Tarragona, yo no los he tenido conmigo para echarme una mano. He estado sola con el niño y trabajando. Se puede hacer, se puede conciliar. Es complicado, pero se puede.

-¿Qué recomendarías a una joven cineasta para conseguir hacer películas?

Perseverancia, esfuerzo y mucho trabajo, así se puede lograr. Es algo que veo a mi alrededor constantemente.

Primero: Necesitamos la mirada de las mujeres en el cine, es absolutamente necesario. Hay que prepararla, hay que enseñar al espectador que las historias se pueden contar desde más de un lugar. Otros no son mejores, ni peores, son diferentes. Cuando veas la película The Assistant, ya verás. Lo importante es qué es lo que se cuenta y cómo lo cuenta, dónde nos situamos.

Segundo: Creo que necesitas una pulsión para contar historias, por necesidad, para que eso se sostenga a lo largo de toda una carrera. Si no tienes pulsión, es difícil hacer cine. Ahora tengo tres proyectos de largometrajes con tres productores diferentes. No sé cuál saldrá adelante. Estoy constantemente creando y esto lo compagino con el trabajo en televisión. No hay descanso a nivel mental, siempre estás ideando historias para que luego salgan y necesitas como directora tener esta pulsión.

Para eso se necesita cierta fortaleza y ambición. La palabra ambición suena un poco mal, pero es absolutamente necesaria para esto. Es una pulsión que necesitas tener para llegar a un lugar, porque crees que este es un lugar interesante. Hacer de puente, contar historias, ha sido la pulsión para poder dirigir, para no tirar la toalla y decir estoy muy cansada, no puedo más. Necesito contar historias, es algo que no puedo evitar. 

«Mi recomendación a las jóvenes cineastas es perseverancia, esfuerzo y mucho trabajo. Necesitamos sus miradas, el lugar desde el que cuentan las historias»

Lo que necesitamos de las mujeres, es su mirada. No necesitamos que una actriz de ciencia ficción americana de blockbuster con 150 millones de presupuesto haga algo interesante como artista. Yo he tenido 13 mil euros y todo ha transcurrido en una oficina. Quedan muchos temas de los que podemos hablar, presupuestos que manejamos, historias que podemos contar, qué ambición tenemos para contarlas, hablamos de qué necesidad tenemos como mujer, nos podemos tirar horas. En este país las mujeres no hacen las películas con grandes presupuestos, ni siquiera la Coixet.

En su momento, puedes llegar a ser la cineasta estrella con tus cortometrajes, te produce Almodóvar, pero si luego tu película no se convierte en el éxito de taquilla, te va arrastrando. Afortunadamente yo tengo la televisión y he tenido el privilegio de rodar constantemente, pero ¿cuántas mujeres? Podemos hablar de muchas que se han quedado en el camino. No es lo mismo el furor del principio y hay que mantener una carrera.

Por eso, el recurso de la televisión para mí ha sido estupendo. En realidad no es un recurso, es un oficio, es una profesión. También se pueden contar historias muy chulas, muy diferentes y estar al servicio de esto, posiblemente con actores que yo no elegiría. A María León la llamé para Marsella a raíz de haber trabajado con ella en televisión. Yo he trabajado con un montón de actores que se me han puesto en el camino por su público target.

Nosotras estamos ahí, como generación bisagra – me siento completamente identificada con este término. Yo veo ahora cómo sube Carla Simón, Elena Trapé, todas las chicas que vienen ahora. Hay varias, pero seguimos siendo un 10 o 12%.

Ahora vivimos un momento en el que parece que es más sencillo para una mujer hacer películas que hace veinte años. Pero lo interesante va a ser, mirar hacia atrás en veinte años y ver las carreras de estas cineastas.

Crear una carrera haciendo películas es mucho más que contar historias. A mi no me gusta lo social de mi profesión, huyo de esto. Para mí, es solo la necesidad de contar historias, en ese lenguaje que yo he escogido, lo que me produce felicidad.

Foto: El Mundo.